jueves, 12 de agosto de 2021

El enigma de la momia con un bebé en brazos.

 

El enigma de la momia con un bebé en brazos.
Fotografía Manuel Ansede.

Era el 22 de abril de 1864 y el médico militar Manuel Almagro, tras desembarcar en Cobija, el único puerto boliviano en el océano Pacífico, alquiló una mula de carga y otra de silla. 
Se iba a adentrar en el desierto de Atacama, con un viento ardiente que borraba los caminos y la única compañía de un riachuelo de agua salobre y tan desagradable que no la bebían ni sus bestias. 
El día 27, tras una agónica travesía por el arenal, llegó al caserío de Chiu Chiu, a 45 leguas de Cobija, donde sabía que podía encontrar cadáveres momificados.

Era el segundo europeo en aventurarse por allí, tras el paso del alemán Aquinas Ried en 1851. “Practicó allí muchas excavaciones, de las cuales tuvo el placer de sacar numerosas momias, que con mucho trabajo han podido ser conducidas hasta Madrid”, escribió él mismo en un libro a su regreso. 
El desierto era tan inhóspito que las recuas lo cruzaban desde las minas de Potosí con cargamentos de plata acuñada guiadas por un solo hombre. 
No había peligro de bandidos. Para volver, Almagro se unió a una de estas recuas, que transportaba 120.000 pesos.

El médico militar, miembro de la Comisión del Pacífico, la mayor expedición científica española del siglo XIX, volvió con 37 momias sustraídas a la tierra con todo su ajuar funerario en Perú y Chiu Chiu, territorio de Bolivia hasta que fue anexado por Chile en 1879, tras la Guerra del Guano y del Salitre. Una de ellas era un ejemplar único: lo que parecía una madre con un bebé en sus brazos.

Su postura pone los pelos de punta. Todas las momias aparecen con las piernas flexionadas de tal manera que las rodillas rozan sus barbillas, pero la mujer aparece sentada como una sirena con el niño momificado apoyado en su antebrazo derecho, en un gesto que todavía provoca ternura. La chica, fallecida alrededor del año 1500, conserva todos los cabellos, que caen sobre sus hombros secos en dos largas trenzas negras.

La momia se expuso en Madrid desde la llegada de la expedición hasta mediados de la década de 1970, cuando desapareció de las vitrinas del Museo Nacional de Antropología. Literalmente, se esfumó de la faz de la Tierra. Poco más se volvió a saber de una de las momias más singulares de América.

Casi 40 años después, la antropóloga Patricia Alonso abre una puerta camuflada en una de las salas del museo. Es un armario minúsculo con unas pocas cajas sin tapa, cubiertas por un papel plástico. Alonso, con guantes blancos y mucho mimo, descubre la primera de ellas y aparece una momia típica, en posición fetal, llevada por Almagro a Madrid en 1866. Muy cerca, sin caja y directamente apoyada en una especie de colchoneta, se halla la momia con el bebé en brazos. Ya no está sentada, sino tumbada boca arriba. Más de medio milenio después de su muerte, a esta presunta familia momificada también le afecta la crisis económica española.

Información extraída de este enlace: 




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